Cuando era chica, más aún que hoy, solía pasarme todo el tiempo posible leyendo. Bajo un tipi de cobijas y una linterna si era necesario después de las órdenes perentorias de mi mamá de apagar la luz ¡ya!
Si estaba jugando en la calle y había un pedacito de tiempo lo usaba para leer, inventaba juegos inspirados por el último libro y los organizaba con mis hermanos y primos. Y como siempre he sido una lectora “católica” *
Una vez, habiendo terminado de leer el “tercer ojo” de Lobsang Rampa, si tienes la edad suficiente lo recordarás, decidí organizar viajes astrales. Una especie de agencia de turismo espiritual.
Con el aire acondicionado a toda potencia en el calor infernal del verano sinaloense, todos en la cama grande de mis papás, con las ventanas cerradas para crear oscuridad y helándonos en la quietud empezamos.
Recreando la imaginería del lama tibetano los fui llevando, con hilo de plata incluido, por un viaje al universo. Yo no recuerdo mucho más que la poca luz que se colaba en una rendija de las ventanas y la respiración pausada y rítmica de mis conejillos de indias. El viaje terminó con todos temblando de frío y hablando de haber visto la cara oculta de la luna.
Y ese fue tan sólo uno de los viajes o aventuras que organizaba mi imaginación. Teatro, disfraces, fotografía. Todo era terreno fértil.
¿de que te acuerdas tú?
* catolico; universal
Qué increíble revivir esos tiempos, Tabi. Igual, recuerdo el baúl de las “fachas” con vestidos viejos de las tías y de mi mamá, y con ellos creando obras de teatro que nos mantenían despiertas a mis hermanas y a mí.
Qué inolvidables momentos de la infancia.....