El tiempo ejerce una fascinación en mí desde… tiempos inmemoriales, sin tiempo supongo ;)
Ciencia ficción, viajes en el tiempo, paradojas y mucho más. Hoy les tengo una historia cortita…
Me he encontrado en una vitrina un reloj de arena. Entro con cuidado a la tienda, cuidando donde piso. Es pequeña, polvorienta y atestada, un distraído dependiente responde a mi pregunta sobre su procedencia, primero con un gruñido al apartarlo de la lectura de su móvil y luego con poco interés.
¡Ah, Ese chunche! No sé bien, lo trajo una mujer ya grande. Anciana. Bueno no mucho (mientras me mira y se sonroja haciéndose cargo de mi pelo blanco y del bastón) dijo algo de que era mágico o algo así. Ya sabe… que sirve para viajar en el tiempo, mientras rueda los ojos con burla.
Aceptó el poco dinero que marcaba la etiqueta y, feliz de poder volver a su mundo digital, lo metió en una bolsa de papel con gesto ausente.
Salgo al sol y mi corazón da tumbos, tambaleante me acerco a un rincón sombreado en la plazoleta colindante. ¿Necesitaré medicamentos para la presión? Ya es hora de una revisión médica… La banca que encuentro libre está apartada pero desde ahí puedo ver todo, el parque, la tienda al otro lado de la calle y a los viandantes.
Cierro los ojos, aferro el cristal redondo y satinado, le doy la vuelta y que sea lo que kairós quiera. Estoy quieta en el centro del huracán. Grises. Ultravioletas y verdes jade. Oro y sangre. Vientos ululantes. Recuerdos que se hacinan y agolpan. Mi cuerpo se cimbra.
Quietud
Abro los ojos y miro mis manos. La una es lisa, de uñas brillantes y cortas. Tiene un poco de lodo. La otra es casi una garra, manchada de sol y de tiempo. También tiene lodo
Veo una, veo la otra…
Sonrío
Se unen y se funden en la misma apariencia. Ambas trabajan, acarician y juegan, siempre y desde siempre.
Para siempre
El tiempo se mueve de nuevo en un torbellino y abro la boca para gritar o tomar aire, no lo sé bien. El pavimento se estabiliza poco a poco y jadeo, me siento mucho mejor, saco mi polvera y en el espejo me reconozco de pelo castaño, una boca pintada de rojo bilé me regresa la sonrisa.
Regreso a la tienda con el repiquetear de mis tacones balanceando la bolsa de papel con el reloj. Ante la mirada atónita del dependiente la dejo sobre el mostrador. “Pida sólo un peso por esta baratija, viajar en el tiempo… ajá, claro. Yo se la regalo a usted”.
Al ir saliendo tropecé con una niña pecosa y con las rodillas raspadas. Las manos con rastros de lodo que entraba a la tienda, apenas me dirigió una mirada…
Kairós y Cronos, tiempos sin tiempo… para siempre. La serpiente que se muerde la cola
Ouroboros…