De mis raíces chispanecas me llega esta joya.
Se las comparto con un sentimiento de nostalgia. Todos los que vivimos en pueblos de México podemos entender a este tío Gánigan
EL SANTACLOS CHIAPANECO
Enrique Orozco González
¡Aquella navidad de 1954, fue inolvidable! Santaclos, llegó a Cristóbal Obregón (pueblo de escasos mil o mil quinientos habitantes).
Ahí, no conocíamos al Santa Claus Nórdico, el de traje rojo, barba blanca, gorro, y que viaja en trineo jalado por nueve renos voladores.
El nuestro, el tropical, el Santaclos Chiapaneco; no era Papá Noel, como el Sajón.
Era tío Gánigan.
Mi tío vestía mezclilla, como era lampiño, se habilitó con ixtle una singular barba que sostenía con su sombrero de palma.
Su trineo: una lentísima carreta jalado por una yunta de hermosos y galanotes bueyes: “Jonispachi” y “Cejajunta”.
La muchachitera nos reunimos en la escuela primaria.
Expectantes, esperábamos la llegada del personaje.
La guapa y joven maestra Nelibety del segundo grado de primaria, organizó el evento y se encargó de decirle a Santa, qué regalos debía traer.
Al escuchar el rechinido de la carreta, nerviosos, salimos a la calle.
Santa tenía problemas para estacionar su vehículo... los bueyes, se movían de un lado a otro, alterados por la cuetazón que tronaba muy cerca:
—¡Céjate, Jonispachi! ¡Arre, Cejajunta! —ordenaba el conductor.
Los bueyes no obedecían.
Irritado, Santa gritó:
—¡Asofógate Jonisudo! ¡Zúrdete Cejudo!
A mentadas de madre, logró, por fin, ponerlos donde quiso.
Ya en su papel de Santaclos y con un costal de yute al hombro, tío Gánigan entró a la escuela:
—Jo, jo, jo, jo ¡‘Ora sí, vamo a empeza la repartidera!
Nos organizó con las mismas cariñosas palabras conque trató a sus bueyes:
—¡Cabrones!, hagan fila; las niñas primero, luego la checherecada (los más pequeños) y al último los talegudos....
Pero les alvierto que solamente van a recibí regalo los que se portaron bien, o de jodida, regular.
Los que se portaron diatiro mal, les vamo a da su ¡jícara de la vergüenza!
La jícara y nada era lo mismo, pues los palos de Morro (de donde salen) abundaban en nuestros patios.
Pasaron las niñas, todas recibieron preciosas muñecas de trapo.
La checherecada: baleros, yoyos, carritos.
La Rana, El Che, y yo, hacíamos fila con los talegudos.
Nuestras esperanzas de obtener regalo eran muy escasas.
Son “La piel de Judas”: dijo Nelibety.
La Rana; el más fatal, fue el primero en recibir una jícara; la cara triste de mi pariente me hizo sentir mal... pero ingenioso, se puso la jícara en la cabeza ¡parecía soldado! ¡Genial!
Al Che, también le tocó casco.
Yo esperaba el mío, ¡mi casco!
Pero, tío Gánigan; el Santa Chiapaneco, sacó una gran bolsa con canicas, hermosas canicas de cristal, de variados colores.
Santa, me dio la bolsa:
—Tené tus canica —y adornó mi regalo con tres carcajadas navideñas—, jo, jo, jo.
—¡No quiero canicas! —se las regresé encabronado—, ¡quiero casco! ¡Quiero mi jícara!
La Rana, musitó:
—Agarrálas, no seas sonso.
—¡Yo quiero mi casco! —repetí testarudo.
Mi tío dijo:
— ‘Tan jodidos ustedes ¡‘Ora todos van a queré jícara!
Tío Gánigan, llamó a mis amigos, abrió la bolsa de las canicas y equitativamente las repartió en nuestras jícaras.
—¡Ora cabrones! —muy serio, filosofó—: ¡Si sobra el nixtamal todos tragan tamal!
¡Jo, jo, jo, jo!
Nuestro Santaclos no usaba traje rojo; barba blanca, gorro, ni trineo con renos voladores.
Vestía mezclilla, barba de ixtle y sombrero de palma, carreta con un par de galanes bueyes; pero, era evidente que no era ningún pendejo, pues a diferencia del Nórdico ¡Le sobraba gracia, ingenio y chispa!…
Gracias tío Gánigan ¡Nuestro querido Santaclos Chiapaneco!
Enrique Orozco González
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Glosario:
Galanotes.- Pasados de peso, pero no mucho.
Jícara.- Copa pozolera que se sostiene en la mano pues es de jonis curvo. Se obtiene del palo de Morro.
Parece bola de boliche, se parte a la mitad, se cura y ¡Que venga el pozol!
Diatiro.- Muy jodido.
¡Vá!