El perro verde mira lastimosamente a la tía Marita; su dueño, Emilio, no lo ha sacado a pasear en muchos días y además ahora le duele la panza por morder hasta la cazuela.
Le dijeron que lo llevarían de paseo y por apurarse se comió todo su plato de un solo jalón y claro, ahora le duele la barriga. Emilio le cepilla con cuidado sus orejas de rayitas y los colmillos le hacen juego cuando sonríe, porque los perros sonríen ¿lo sabías verdad? y muestra su panza de puntitos con cuidado para que se la acaricien aunque le sigue doliendo y así distrae al dolor.
El doctor ha decidido darle aceite de ricino ¡purgarlo! Esa es la receta in-fa-li-ble dijo el veterinario, pero cuando se entera, el perro verde tiembla de susto y se esconde atrás de la falda de la tía Marita.
(Ella sabe que el Perro y el niño tienen miedo) Así que saca del fondo de su bolso negro, ese que tiene desde tesoros de piratas hasta tijeras, aspirinas y botones del traje del tiempo, lágrimas y monedas de luna, polvos de caminos por conocer, bichos de la madrugada, pintura de labios e impermeables, un sobrecito morado; se lo da a Emilio diciéndole “que se lo tome igual que si fuera la purga, de un sólo jalón.”
El perro no quiere y se queja mas y no quiere ¡no! y por fin con la promesa de un dulce (para perros, claro) lo convencen y se toma el remedio y de repente ¡un gran sapo oscuro y con verrugas sale croando, muy enojado, de su garganta! detrás de él sigue un coro de ranas pálidas y amarillas que se van, cantando y renegando.
El perro verde ladra y da vueltas persiguiendo a las ranas que se pierden en el jardín. Su cola, y su panza, están felices.
Emilio y su perro verde se van al parque, ambos brincan y saltan muy contentos y ya, ahora si, se van a explorar y de paseo.
La casa se queda tranquila y la bolsa de la tía Marita se llena de flores …
¡Qué divertido y que belleza de imágenes!