Cuéntame un cuento, me pediste, arrodillada a mis pies como cuando eras chica. Cuéntame me dijiste, de las princesas que viajan y encuentran su destino en países de montañas azules y mares color del vino.
Dime de los vestidos color del tiempo y color del mar, aquellos en los que se enredan los cantos de las sirenas y las puestas de sol con los celajes marinos de navegantes eternos.
Tu cara era otra vez la de una niña, enmarcada en rizos suaves y rubios, inocente de tintes y de maquillaje, de tristezas y traiciones.
Cántame “arroz con leche…me quiero casar” como cuando me sentabas en la barra de la cocina y hacíamos, pasteles, galletas y “pies” para cenar.
¿Te acuerdas de la canción que inventaste para nosotros? Aquella del arco iris, que empezaba con los colores y acababa con el índigo de nunca acabar, que nos ponías tu voz repetida una y mi veces para podernos dormir.
Y mientras, leía y esperaba su respiración quieta para vestirme, pintarme y hacer el amor con tu padre bailando hasta el amanecer.
Recuérdame príncipes y princesas, reyes y magos, hadas madrinas, ratones que son cocheros y ardillas que cantan, medias noches de campanadas y zapatillas de cristal que harán que encuentre el amor y la felicidad.
Te podría contar de mentiras y de esperanzas, de las que me dijeron a mí, a tu abuela, a la abuela, de tu abuela y de cómo las hemos ido haciendo trizas y descomponiendo.
Quiero volver a ser tonta, a ser princesa, a ser inútil y que me rescaten. Quiero escuchar que la sopa es importante, que me esperan vestida y pintada y que solo tengo que verme bonita, y así nadie me cambiará.
Mejor te cuento de brujas, de hechiceras poderosas, de brillos nocturnos y de correrías en colinas boscosas con lobos que aúllan lo mismo que tú y que yo.
Te contaré de la herencia magnífica de mujeres enteras, de abuelas y de tías, de madres, de hermanas, de maestras y de amigas, de las que nos precedieron, de las que nos acompañan y de las que vendrán.
Cuéntame mamá… por favor, otra vez de los finales felices, de que comieron perdices y de que vivieron felices para siempre… aunque yo llore amargas lágrimas de tristeza y desilusión.
Te cuento a cambio de un final sin final, de que bebieron champaña y de que bailaron noches sin fin. Y de que llorarás por desamores, por abandonos y de que reirás de éxtasis, de orgasmos y de aventuras.
Te cuento el cuento de tu vida, de la mía, de la que nunca será pero que siempre ha sido, te cuento el cuento de las mujeres de tu familia …