Muchos de nosotros coleccionamos cosas. Hay colecciones absurdas, rarísimas, caras o simplemente incomprensibles para los demás.
Yo colecciono cosas desde que recuerdo. Empecé con piedritas, guijarros de colores que me llamaran la atención. Una vez encontré una tricolor en una playa del pacífico, preciosa. Era una Semana Santa en Mazatlán, hace muchos, muchos años. Íbamos con mis abuelos maternos y mis tíos jóvenes, además de otra familia de amigos de mis papás.
Pues ese fue el año del El maremoto que nunca llegó, era media noche o madrugada, nos despertó mi mamá, afuera unos carros con megáfonos avisaban a la ciudadanía que se moviera a los cerros cercanos o a lo mas alto que pudieran. Vimos al pasar que el cerro de la Nevería estaba lleno de personas. Mi papá decidió sobrevolar en su avión y con su cámara tomar fotos que, seguramente (dijo) la revista Life le compraría.
Mientras él se iba al aeropuerto mi mamá nos subió a toda prisa al otro carro. Mis abuelos, ms hermanos pequeños, mis tíos, todos en un sólo vehículo, nos enfilamos a la carretera del “espinazo del diablo” rumbo a Durango.
Amanecía y los adultos estaban pegados a la radio. Nos detuvimos en la fila interminable de la que éramos de los primeros. Desayunamos galletas marías en la cajuela y las compartimos con otros niños de familias que también huían.
Cómo me había vestido casi dormida, dejé mis tesoros en la habitación. En realidad dejamos todo, absolutamente todo, excepto comida para los niños y dinero (de esto me enteré años después) Pensaba el que el maremoto se llevaría mis piedra de regreso a las profundidades del mar.
Las autoridades radiaron que el maremoto no había llegado, que ya era seguro regresar a la ciudad. Un avión, el de mi papá, nos sobrevoló, moviendo las alas para saludar cuando nos reconoció. Su maravilloso reportaje no tuvo lugar.
Regresamos hambrientos y emocionados, yo, a buscar mi piedra. No estaba. Hasta ahora creo que se regresó al mar de donde había salido. Si cierro los ojos puedo verla tal cómo la encontré en una ola que la depositó a mis pies.
Y tengo que confesar que aunque tengo y he tenido otras colecciones, las piedras me apasionan. Ahora tengo cuarzos, malaquitas, obsidianas, pirita, geodas…
(continuará, quizás)